Hoy vamos a comenzar con un pequeño juego sobre el efecto bouba kiki. En la imagen anterior, hay dos fotos de dos platos distintos pendientes de ponerles un nombre. Por otro lado tenemos dos nombres elegidos: Bouba y Kiki.
Ahora te pido que respondas a estas dos preguntas:
- ¿Qué nombre de los dos elegidos le pondrías al plato de la izquierda?
- ¿Y cuál al plato de la derecha?
Ya no te hago trabajar más! Pero te invito a que me acompañes hasta el final.
Si al plato de la izquierda le has asignado el nombre kiki y al de la derecha el nombre bouba, te diré que no te preocupes que no soy adivina, simplemente perteneces al 95% de la población que ha respondido lo mismo (si perteneces al 5% restante no me queda mas que felicitarte! ;)).
Pero, ¿esto a que se debe?
¿Por qué la gran mayoría de gente responde lo mismo?
Este efecto fue descubierto en 1929 por el psicólogo Wolfgang Köhler en el que se demostró, que a una serie de sujetos a los cuales se les preguntó que asociaran las dos formas que aparecen a continuación con las palabras “takete” y “baluba”, la primera palabra la mayoría de las veces era asociada a la forma puntiaguda, mientras que la segunda se asociaba a la redondeada.
Los estudios sobre este efecto no acaban aquí. En el año 2001 Vilayanur S. Ramachandran y Edward M. Hubbard, repitieron el experimento, esta vez usando las palabras, ya conocidas, “bouba” y “kiki”, entre el 95% y el 98% de las personas a las que se le realizó la pregunta, asociaron bouba a la forma redondeada y kiki a la puntiaguda.
Es curioso ver hasta qué punto relacionamos estos dos nombres con las formas. Esto quedó patente también en un estudio realizado por Trujillo y Martín relativamente reciente (2013), en este estudio se determinó que los sujetos que participaron en él, asociaban “bouba” a la cuchara y “kiki” al tenedor.
¿Qué conclusión se saca de estos estudios?
Estos experimentos sugieren que el cerebro humano, en cierta forma, extrae propiedades abstractas de las formas y sonidos; clara relación entre las conexiones existentes en las áreas sensoriales y motoras de nuestro cerebro, como por ejemplo, la forma en la que ponemos nuestros labios para nombrar ciertos objetos y la idea que nos hacemos de los mismos: Kiki requiere un paladar alto y Bouba una boca más bien redondeada.
¿Podemos aplicar esto a nuestros platos?
Como se indicó anteriormente, en estos estudios queda demostrado como nuestro cerebro interrelaciona estímulos que provienen de distintos sentidos. Esto lo experimentamos de igual manera cuando se trata de comida, de presentaciones de platos.
La investigadora Merle T. Fairhust en colaboración con el restaurante The Fat Duck obtuvieron interesantes resultados en sus investigaciones, dichos resultados confirmaron que tanto el nombre del plato como la presentación y forma del mismo influía en la percepción del sabor, la comida sabe más dulce cuando es servida en un plato redondo.
Ahora que ya sabes en que está basado en efecto bouba – kiki, utiliza la ciencia en tu cocina. Quizá un buen paso sería elaborar postres emplatándolos con formas redondeadas, puede ser buena técnica para disminuir la ingesta de azúcar.
¡Un abrazo!
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